viernes, 14 de diciembre de 2018

Chupitos de ironía en cada línea

La uruguaya es una novela escrita y/o leída a ritmo de paso legionario


La autoficción es una plaga, cuando no un engaño. Vamos a ver, ¿qué obra literaria no es una ficción construida con jirones de la experiencia vital del autor? El simple hecho de escribirla, ¿no es ya un fragmento de su vida profundamente inserto en la obra? Así se lo decía yo a L. una mañana de sábado, con un libro entre las manos, el aroma del café caliente masajeando mi nariz y la boca medio llena. Estábamos en una cafetería luminosa con grandes ventanales, a través de ellos veíamos pasar a los transeúntes. Llevábamos tres días fuera de casa, cortando amarras con cuidado para poder volver a usarlas a la vuelta del puente. La autoficción, sí, vaya fastidio. Y yo miraba el libro, que había comprado a raíz de que, a causa de su muy bien lograda autoficción, el autor y su esposa habían tenido que organizar una barbacoa con sus amigos para desmentir que se hubieran separado. Porque escribes una novela y tus conocidos creen que todo te pasó a ti de verdad. Ni en las autobiografías ocurre eso.

Efectivamente, La uruguaya (Libros del Asteroide, 2017), de Pedro Mairal. Ésa es la novela. La empiezas a leer y en tres líneas te sitúas, estás en Buenos Aires, el protagonista es ríoplatense, su trabajo consiste en escribir y su país es un galimatías económico. Todo correcto, pues. Pero no puedo quitarme de la cabeza mi propia voz mientras leo, remedando el acento argentino, me resulta imposible de evitar. Avanzo en la lectura y una vez que cruza el Río de la Plata, para recoger el dinero de los derechos de autor eludiendo al fisco argentino, una vez que llega a Montevideo, al encuentro de la chica uruguaya del título, una vez que ésta se hace presente en los diálogos… Es absurdo hacerla hablar en mi mente con el mismo simulacro de acento, del mismo modo que un gallego no habla como un andaluz.

“Te sienta fatal descansar”, me riñó L., y puso boca de pato al borde del zumo de naranja, “lee y disfruta”. Tuve que volver al acento neutro, mientras recordaba las series de mi niñez dobladas con espeluznante neutralidad portorriqueña. Así que la historia de La uruguaya va de un escritor, casado y padre de un hijo pequeño, que va a recoger un dinero que aliviará a la familia de la crisis crónica de su país. Así que coge un barco con destino Uruguay, como yo tres días antes cogí el coche para cruzar a la provincia vecina. Así que no es sólo el dinero, es también la chica joven, la perspectiva de impresionarla con una habitación en el hotel más caro de la ciudad y revolver juntos las sábanas de la cama extragrande. El mundillo literario. El matrimonio. La transgresión. Uruguay como el reverso luminoso de Argentina.

Pedro Mairal

La uruguaya es una novela escrita y/o leída a ritmo de paso legionario, que destila chupitos de ironía en cada línea, y que en cierto modo alerta de que las circunstancias nos manejan, pero que de igual modo no pocas circunstancias las armamos nosotros hasta con planos detallados. Cuando nos ponemos el disfraz de arquitectos de nuestras vidas nos damos cuenta de que el destino lo hace insuperablemente mejor.

Nunca dejaba mi correo abierto. Jamás. Era muy muy cuidadoso con eso. Me tranquilizaba sentir que había una parte de mi cerebro que no compartía con vos. Necesitaba mi cono de sombra, mi traba en la puerta, mi intimidad, aunque solo fuera para estar en silencio. Siempre me aterra esa cosa siamesa de las parejas: opinan lo mismo, comen lo mismo, se emborrachan a la par, como si compartieran el torrente sanguíneo. Debe haber un resultado químico de nivelación después de años de mantener esa coreografía constante. Mismo lugar, mismas rutinas, misma alimentación, vida sexual simultánea, estímulos idénticos, coincidencia en temperatura, nivel económico, temores, incentivos, caminatas, proyectos... ¿Qué monstruo bicéfalo se va creando así? Te volvés simétrico con el otro, los metabolismos se sincronizan, funcionás en espejo; un ser binario con un solo deseo. Y el hijo llega para envolver ese abrazo y sellarlos con un lazo eterno. Es pura asfixia la idea.

Fragmento de La uruguaya, de Pedro Mairal (Libros del Asteroide, 2017)

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