miércoles, 2 de septiembre de 2015

Elegir en los años ochenta


En los canales de la televisión de pago, con relativa frecuencia, te sorprenden con rarezas en forma de película que te dan en la sién y te dejan conmocionado. Hace unos días, sin ir más lejos, me encontré en horario de tarde con Elígeme (Choose me, Alan Rudolph, 1984). Es lo que se dice una película de culto, que ví en su momento en el cine, y que me impresionó. Un pecado de juventud, sin duda.

La película cuenta como protagonistas con Geneviève Bujold, Keith Carradine y Lesley Ann Warren. Ya, pura arqueología cinematográfica. Pero de calidad. A esto se llega cuando se frisan los cincuenta. Decía el texto promocional de la cinta que "unos personajes buscan desesperadamente el amor en las noches de Los Ángeles. Entre fracaso y fracaso, piden consejo a la doctora Nancy Love, la responsable de un consultorio radiofónico, que apenas tiene experiencia ni en el amor ni en el sexo. Todo cambia cuando la psicóloga se introduce en sus vidas y se ve envuelta en el círculo de dos amantes: un enigmático vagabundo y la propietaria de un club nocturno". El texto es bastante exacto, no engaña a nadie.

Viendo Elígeme en el sofá la otra tarde me asombraba del impacto que provocó en mí la película hace treinta años. La trascendencia del amor y del desamor, los personajes desarraigados, los diálogos de múltiples significados, la fuerza de las imágenes... Eran sensaciones que habían perdurado a lo largo de décadas, a la manera de un cúmulo de "primeras veces".

Es innegable que la película es distinta y original. De lo que tuvo de rompedora en su momento no queda prácticamente nada. Contemplada desde el presente me pareció, con gran dolor de corazón, un culebrón hortera.

Entre una sonrisa nostálgica y cierto sonrojo por algunas situaciones, veíamos Elígeme aquella tarde. La pregunta de L. fue directa:

- ¿Y te creíste la película?
- Me gustó.

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