miércoles, 28 de noviembre de 2012

La prensa escrita vende un millón menos de periódicos que en 2007

Que el periodismo es una profesión en crisis es desde siempre una enfermedad crónica. Que la industria periodística cae en pìcado es el resultado de los abusos de las empresas hacia sus trabajadores y su público. Elaborar el producto informativo conlleva una responsabilidad social que ha sido repetidamente arrinconada y ultrajada, en aras del máximo beneficio en el menor tiempo posible. Y de la máxima influencia política aunque esto implicara el atropello de todas y cada una de las normas, profesionales y éticas, del periodismo. El resultado es el declive de la prensa escrita, en el que tiene mucho que ver la crisis económica, pero aún más la falta de respeto hacia los lectores. Se venden un millón de periódicos menos que en 2007, según informa elconfidencial.com. ¿Quiénes son los responsables de este desastre?

jueves, 22 de noviembre de 2012

Murakami me cansa


De Haruki Murakami no tenía más noticias, hasta hace poco, que el trajín que había en la biblioteca de Villavieja con "1Q84", en sus tres libros agrupados en dos volúmenes. Un best seller japonés en Occidente, con sello de literatura fantástica y escritura de calidad, no se presenta a tiro todos los días. Así que pedí prestados los dos volúmenes de "1Q84" con toda la voluntad de que me gustara la aventura. Ya estoy acabando el tercer libro. Y he de confesar que Murakami me cansa.

martes, 20 de noviembre de 2012

Más de 6.200 periodistas han perdido su trabajo desde 2007

Imagen de El Observador
La crisis económica se está llevando por delante millones de empleos. El periodismo no se salva, al contrario: es una de las profesiones con una situación crónica de empleo precario. Con una supercrisis galopante, el efecto es devastador. Sólo en los grandes grupos de comunicación la pérdida de puestos de trabajo se crifra en más de 6.200 periodistas enviados al paro, según datos recopilados por El Observador. A esto habría que añadir el reguero de despidos en los medios de comunicación locales que no dependen de ningún grupo, muchos de ellos enraizados en ciudades-pueblo como Villavieja.

martes, 13 de noviembre de 2012

Noches


Ahora que las noches son tibias y que las vigilias se alargan, que ese mundo del revés se deja la puerta abierta y a mi espalda se embosca el aire frío de la madrugada, que la luz dormita silenciada... Ahora que la destemplanza atraviesa habitaciones, que la oscuridad se derrama entre los dedos, que los sueños se vencen... Ahora las noches me envuelven, cálidas como tu piel, y me susurran las palabras de tu nombre.

Villavieja, año cero


Villavieja se derramaba desordenada y confusa al pie de Sierra Oscura. El Castillo apuñalaba la roca viva y de la herida manaban ladera abajo las calles angostas y serpenteantes, que rodeaban las manchas blancas de los barrios antiguos, las salpicaduras grises de los palacios renacentistas y la afilada virilidad de los campanarios de las iglesias. Las nubes escondían la corona de la sierra y se desgajaban, dóciles, entre los desfiladeros.

Roosevelt tenía razón


Un Gobierno incapaz de cuidar a los ancianos, de proveer trabajo para los fuertes y los voluntariosos, que permite que la sombra negra de la inseguridad planee sobre cada hogar no es un Gobierno que debiera de perdurar.

Franklin D. Roosevelt (1882-1945)
32º Presidente de los Estados Unidos

lunes, 12 de noviembre de 2012

Te comeré el último, amigo



Polifemo bebió [vino] ávidamente, pidió un segundo cuenco, pues en toda su vida había probado una bebida más fuerte que el suero de la leche, y condescendió a preguntar a Odiseo su nombre.

—Mi nombre es Oudeis —contestó Odiseo—; o al menos así me llaman todos, para abreviar.

Ahora bien, «Oudeis» significa «Nadie».

—Te comeré el último, amigo Oudeis —le prometió Polifemo.

Tan pronto como el cíclope cayó en un profundo sueño de borracho, pues el vino no había sido mezclado con agua, Odiseo y los compañeros que quedaban calentaron la estaca en las ascuas del fuego y luego la clavaron en el ojo único de Polifemo y la retorcieron en él, haciendo fuerza Odiseo desde arriba, como cuando se taladra un agujero en la tablazón de un barco. El ojo silbaba y Polifemo lanzó un horrible gemido, que hizo que todos sus vecinos acudieran corriendo desde cerca y de lejos para saber qué sucedía.

—¡Estoy ciego y sufro terriblemente! —les gritó Polifemo—. ¡Y Nadie tiene la culpa!

—¡Pobre infeliz! —contestaron ellos—. Si, como dices, nadie tiene la culpa, debes ser víctima de una fiebre delirante. ¡Ruega a nuestro Padre Posidón que te cure y deja de hacer tanto ruido!

"Los mitos griegos II". Robert Graves