martes, 21 de enero de 2014

Viaje a través de la codicia


Había visto aquel libro otras veces, fisgando en el dormitorio de L. al filo de la medianoche, en busca de alguna lectura apresurada que indujera eficazmente al sueño. Pero en cuanto lo abría amenazaban con desintegrarse las ocres y quebradizas hojas, arrancadas de algún árbol años atrás, que simulaban ser un marcapáginas. Así que cerraba el volumen, de respetable tamaño y llamativas ilustraciones, y dirigía la mirada hacia alguna obra menor.

Imaginaba que L. guardaba aquellas hojas por algún motivo emocionalmente intenso ante el que yo debería ser discreto, mostrando un respeto rayano en lo funerario. Construía una situación según los cánones del drama romántico decimonónico: flores secas atrapadas entre los libros… almas desdichadas… tal vez la tuberculosis como clímax de un destino trágico…

Pero no. Una noche que no localizaba nada decente para leer pregunté a L. directamente por el dichoso libro y las dichosas hojas, que ella ni siquiera recordaba, y me invitó tranquilamente a tirarlas a la papelera. El supuesto secreto emocional se escurrió velozmente por el desagüe. Y así fue como al fin pude abrir El corazón de las tinieblas (Joseph Conrad, 1902; aunque publicada originalmente por entregas en 1899 en la revista londinense Blackwood’s Magazine).

No es raro encontrar a amantes del cine que sepan que El corazón de las tinieblas inspiró la película Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), pero ya no es tan habitual que hayan leído la novela. Éste era mi caso, pero el destino me había sonreído, o puesto contra la pared, y no tenía escapatoria. Con reverencial expectación tomé entre mis manos el volumen.

L. me había prevenido de que esta novela corta, o relato largo, abundaba demasiado en las descripciones. A mí no me lo parecía y más lo juzgaba un texto disertativo que descriptivo, que en todo caso atrapa desde la primera línea y nos traslada al Congo Belga del gran genocidio contra los nativos, en pleno siglo XIX. Hacernos remontar el río Congo rodeados de calor y humedad, de miedo y muerte, sin necesidad de recurrir a las truculencias, es un logro literario extraordinario, que deja literalmente agotado al más avezado lector.

“¡El horror! ¡El horror!” Estas palabras, tan recordadas a partir de Apocalypse Now, están tomadas fielmente de El corazón de las tinieblas. El horror que nos rodea, oculto en la selva, por momentos se derrama sobre el río. Un viejo vapor que amenaza con irse a pique. Un viaje a través de la codicia y la falta de humanidad. La historia, siempre, se repite.

El escarabajo se arrastraba exclusivamente hacia Kurtz. Pero cuando el casco comenzó a hacer aguas nos arrastramos muy lentamente. Aquellas grandes extensiones se abrían ante nosotros y volvían a cerrarse, como si la selva hubiera puesto poco a poco un pie en el agua para cortarnos la retirada en el momento del regreso. Penetramos más y más espesamente en el corazón de las tinieblas. Allí había verdadera calma.

                                  Fragmento de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Ilustraciones de Ángel Mateo Charris. Edición de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2007

2 comentarios:

  1. Si te ha gustado, échale la zarpa a "Lord Jim". A mí además me han recomendado muy vivamente "Victoria", pero aún no la he leído.

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  2. Anoto, anoto... La lista de libros pendientes se me desborda, ¡bien!

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