jueves, 22 de enero de 2015

El género negro es American Noir


No soy muy dado a encomendar mi vida a la fatalidad o a la conjunción de los astros. Todo lo más, concedo que un cúmulo de casualidades es lo que algunos llaman destino, del mismo modo que para otros un apelotonamiento de estrellas es un signo del zodíaco. Pero hay que reconocer que ambas cosas existen: las casualidades y estrellas sobre las que dibujar formas caprichosas.

Unos días antes leí la reseña de un libro. Anoté el título, el autor y la editorial en una pequeña libreta que suelo llevar conmigo. Algunos días después de escribir los datos de los libros que me interesan suelo entrar en Amazon (lo confieso) y compro alguno de ellos. Así lo hice también en esta ocasión pero, oh sorpresa, no lo encontré. Fue como archivar mentalmente la compra en la papelera (digital).

Era sábado por la mañana. Acabábamos de desayunar en la Caleta y bajábamos hacia el centro de Granada dando un paseo. El mes de diciembre no terminaba de descargar el frío, y el sol se mostraba insolente. Cada vez que hacemos este recorrido enfilamos la calle San Juan de Dios y solemos pararnos ante el escaparate de una librería. Nunca me había fijado en el nombre pero ese día L. quiso entrar “a echar un vistazo” y entonces alcé la vista y me dí cuenta: es la librería Babel. Hermoso nombre.

Babel es una librería con mucha luz, pasillos anchos pero atestados de volúmenes y, dentro de su orden, con un punto de caos que invita a husmear cada rincón. Apenas había puesto los ojos en un par de estanterías cuando apareció ante mí, por arte de magia, el libro no encontrado en Amazon. “Mira”, le dije a L., “quise comprarlo hace unos días y no lo encontré”. Ella cogió el libro entre sus manos y me lo devolvió a la salida, bien metido en una bolsa, de parte de Papá Noel.

Así fue como esa misma noche comencé a leer American Noir (2014, Navona Editorial), una recopilación de los mejores relatos del género negro norteamericano. La edición es de James Ellroy y Otto Penzler. Contiene obras de autores como James M. Cain, Mickey Spillane, David Goodis, Jim Thompson, Patricia Higsmith, el propio James Ellroy, Joyce Carol Oates, Lawrence Block, Dennis Lehane y Elmore Leonard.

Tal vez no haya sido la mejor de las lecturas navideñas pero sí una de las mejores lecturas, a secas, del año que ha terminado. Y es posible que de mucho tiempo atrás. Son diez relatos devastadores, escritos por grandes maestros que comparten el genio de la narración aparentemente sencilla. Bajo esta engañosa sencillez se agitan todos los demonios que una persona puede contener. Quedarse sin aliento es la menor de las consecuencias para el lector. Omito describir las sensaciones placenteras.

No voy a resistir mencionar uno de los relatos, que dentro del sobresaliente tono general sobresale incluso un poco más: Quedarse sin perros, de Dennis Lehane. Una obra de arte superior de la primera a la última letra.


Estaban en la cabaña que Blue se había construido en un árbol. Buena madera, dos sillas de exterior, un toldo tendido desde una rama más lata, una neverita llena de Coors. Blue había instalado una barandilla por la parte delantera, perfecta para apoyar los codos cuando apuntaba. En el tronco había montado un foco enorme, enchufado a un generador portátil, porque si bien era ilegal deslumbrar a los ciervos, nadie había dicho nada en contra de la misma práctica aplicada a los perros salvajes. Desde luego, Blue estaba como en casa.

Fragmento de Quedarse sin perros, relato incluido en American Noir (2014, Navona Editorial)

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