lunes, 22 de junio de 2015

Construir el relato


“Construir el relato” es una expresión que se ha puesto muy de moda en el ámbito de la empresa y también en el de la política. Se construye un relato de marca, de gestión, de previsiones económicas, de medidas aplicadas… Se construye un relato coherente, positivo, que venda, personal, alternativo… Construir el relato se ha convertido en un curalotodo, que lo mismo viste de lujo una baratija que presenta como propios de Cicerón un par de balbuceos.

Pero, desde un punto de vista literal y literario, construir el relato es otra cosa. Un autor tiene a su disposición abundante materia prima: su propia imaginación, la gente que le rodea o los medios de comunicación, por ejemplo. Cada día llegan hasta nosotros multitud de historias ajenas, y estamos en el meollo de unas pocas historias propias. Todo eso hay que ordenarlo y filtrarlo. Al final nos quedaremos con unos pocos estímulos literarios a los que aplicar la industria de la construcción. Porque un autor es arquitecto, delineante, capataz y obrero al mismo tiempo. Se encarga de idear la estructura arquitectónica, de su reflejo en los planos, de aplicar los planos a la realidad y de poner cada ladrillo en su sitio. De vez en cuando, claro, se le caen un par de ladrillos en un pie. Y duele.

No quiero decir que la literatura sea la vida. Ni siquiera es un reflejo de la vida. Del mismo modo que una cueva puede llegar a ser un hogar, pero nunca será una casa. O del mismo modo que en el siglo XVII nadie hablaba en verso. Si la literatura fuera la vida nadie se animaría jamás a leer un libro. Sería un tostón.  Cuando leemos una novela o un relato corto, cuando nos enfrascamos en un poema, esperamos encontrar los alicientes, en dosis e intensidad superlativas, que la vida raramente nos va a ofrecer. Queremos gozar, sufrir, reír, llorar, tener miedo, ser héroes, conquistar amantes y ser eternamente jóvenes… En cada página…


Por eso, construir el relato (literario) requiere que nos olvidemos de lo cotidiano y nos adentremos en un mundo de ficción en el que lo extraordinario es casi una rutina. Pero sobre todo, construir el relato (literario) nos exige una apariencia de normalidad que lleve al otro, al lector, a aceptar el juego. La piedra angular de cualquier obra literaria es un factor externo, ajeno por completo al control del autor: la suspensión de la incredulidad por parte del lector. Dice la Wikipedia que la suspensión de la incredulidad es “la voluntad de un sujeto para dejar de lado su sentido crítico, ignorando inconsistencias de la obra de ficción en la que se encuentra inmerso, permitiéndole adentrarse y disfrutar del mundo expuesto en esa obra”.


Bueno, intuyendo la cara de incredulidad de quienes me están leyendo me parece que me he ido demasiado por las ramas. Vamos a ver para qué estamos hoy aquí. Y para decírselo he encontrado en Internet cinco consejos para construir un relato ganador, pero un relato no literario. Vamos a ver si puedo aplicarlos:

1.- Definir quién eres: somos Alas de Papel y organizamos el único certamen literario de Antequera.

2.- Menos es más, elegir dos valores que te definan: la promoción de la cultura en general, y del disfrute de la lectura y la escritura en particular.

3.- Usa el lenguaje de tu público: si alguien no me ha entendido, por favor que lo diga ahora, y vuelvo a empezar. 

4.- Adapta tu lenguaje a los medios: si hay algún periodista en la sala, también le vale lo dicho anteriormente.

5.- Conecta con emociones: la alta participación en el Certamen Literario María Carreira es la mejor recompensa por el esfuerzo realizado por Alas de Papel, y el mejor homenaje a nuestra recordada amiga María.

El pasado sábado, 20 de junio de 2015, se entregaron los premios del III Certamen Literario María Carreira. Se han presentado a concurso 87 relatos. Todos ellos construidos, ante todo, con el corazón.





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