martes, 18 de marzo de 2014

Dos años rodeados por el hielo


Veintisiete hombres durante veinte meses rodeados por el hielo, junto a un barco, 69 perros de trineo y un gato. La odisea del Endurance, capitaneada por Ernst Shackleton, fue la última gran expedición a la Antártida. Y supuso un enorme desastre que, conforme pasaban los meses, se convirtió en una de las mayores hazañas jamás conocidas. Actualmente esta impresionante aventura es un modelo de liderazgo y un ejemplo de hasta dónde puede llegar el afán de supervivencia.

No soy muy dado a los centenarios desde que aquella carabela se hundió en su botadura, allá por 1992. Realmente llevaba tiempo con ganas de hablar de Atrapados en el hielo (Caroline Alexander, 1999, Planeta), el apasionante relato de esta legendaria expedición. El texto sería incomprensible sin las impresionantes fotografías de Frank Hurley, que ilustró para siempre cada uno de los días que parecieron ser el último en la vida de los expedicionarios.

De hecho, tengo este libro desde el año de su edición. Lo compré a través del Círculo de Lectores, antes de que esta entrañable escuela de lectura quedara reducida a la marginalidad por causa de los tiempos y de Internet. Pero sí, este año se cumple el centenario de la hazaña de Shackleton y su grupo. El 26 de octubre de 1914 zarparon rumbo a la Antártida. A un día de navegación de su punto de desembarco, el Endurance quedó bloqueado por el hielo. A partir de aquí cualquier cosa que se cuente es destruir la trama de una película de misterio, en la que cada giro de la historia es aún más increíble. Puede que no sea verosímil, pero es intensamente real. Baste decir que fueron casi dos años de sufrimientos sin que se perdiera una sola vida humana, y que la resolución de la agonía es un crescendo increíblemente sostenido: ¿se puede viajar durante 1.300 kilómetros en mar abierto, en un bote de seis metros de eslora? ¿No sólo sin perderse, sino llegando exactamente a su destino?

Ayer por la tarde le mostré el libro a L. casi con reverencia, las magníficas fotografías, los detalles de lo que sucedió. “No murió nadie”, le dije. “¿Y los perros?”, contestó ella, presintiendo el destino de los canes. “¡Pobrecitos!”, exclamó. Y allí me dejó, disolviendo mi regocijo por esta extraordinaria aventura humana.


El sábado, 24 de octubre, pudieron ver cómo avanzaba la presión del hielo, durante un día por lo demás sin incidentes. Después de la cena, Lees acababa de poner The wearing of the Green en el gramófono cuando un terrible choque sacudió el buque como un terremoto, haciéndolo temblar e inclinarse unos ochos grados hacia estribor. Los hombres acabaron de escuchar la canción, y luego, según Lees, salieron a cubierta “a ver si había ocurrido algo desacostumbrado”. Encontraron a Shackleton en el hielo, con cara seria, examinando el codaste [madero grueso puesto verticalmente sobre el extremo de la quilla inmediato a la popa]. Atrapado entre tres frentes de presión distintos contra su amura y en ambos costados, el Endurance se había doblado. El codaste estaba casi arrancado y ahora goteaba peligrosamente.

                Fragmento de Atrapados en el hielo. Caroline Alexander. Planeta, 1999

No hay comentarios:

Publicar un comentario