miércoles, 5 de marzo de 2014

La poda del jazmín


El invierno no acababa de decidirse. El cielo estaba encapotado de nuevo pero aún no llovía. Cogí las grandes tijeras de podar, las que uso una vez al año, o tal vez dos. Bajé las escaleras de mano desde la azotea y, en el mismo viaje, entré en el cuarto de baño y cogí el transistor. No es que me interesara mucho el debate pero el ruido seguro que “daba compaña”, como decía mi abuela.

El jazmín de mi patio es mucho más viejo que yo. Empezó siendo un jazmín doméstico, que creció a la sombra del muro del este, reptando por la pared. Hundió sus raíces poderosas en un pequeño parterre de 40 centímetros de lado y allí siguen, en las profundidades de la tierra, en el reino de la oscuridad. Muchas décadas después de su primer recuerdo llegué yo. Y poco a poco, ante mi sorprendida mirada, olvidó su sumisión. Hoy es un jazmín asalvajado, que año tras año trepa a voluntad y ocupa espacios reservados a los humanos.

Pero esta vez no iba a retrasarme. Tenía que aprovechar el frío invernal para podarlo y darle tiempo para florecer en su justo momento. No quería otro mes de junio mirándolo pensativo, creyendo que lo había asesinado de un mal tijeretazo. Ni otro mes de noviembre con cara de aburrimiento comprobando cómo aún brotaban flores. Flores de jazmín.

Así que el 25 de febrero, martes, a las cinco de la tarde, comencé a agitar mis manos y las tijeras se accionaron mecánicamente. Primero sin necesidad de encaramarme a la escalera, pues las ramas del jazmín rebelde se inclinaban ya desde el límite de la tapia hasta mi pecho. Tras, tras, tras. Fuerte, aquí hay una rama más gruesa, ahí otra leñosa. Tras. Y de fondo la radio puesta, con su ritmo cansino. “Éste es el cambio de tendencia, ha variado el rumbo, hemos pasado del retroceso al avance, de la caída a la recuperación, de la amenaza a la esperanza, hemos pasado con bien el Cabo de Hornos”, decía el presidente del Gobierno como quien reza el rosario. Con las palabras en la boca y la cabeza en otro sitio. "Todas las iniciativas no tienen otro objetivo que dar trabajo a quien no lo tiene”. Tras, tras, tras, ¡ay, me he tirado un pellizco!

Ya estoy en todo lo alto de la escalera y siempre, cada invierno, parece que la poda nunca acabará. El jazmín enmarañado huía de las hojas afiladas, esquivaba los tijeretazos y se elevaba de nuevo hacia el cielo gris. “Señor Rajoy, ¿en qué país vive usted?”, reprochaba el jefe de la oposición. Tras, tras, me preguntaba en qué país no debería vivir ninguno. El suelo de terrazo se cubría poco a poco de verde resbaladizo, las patas de la escalera no apoyaban bien. Tras, tras, tras, el jazmín comenzaba a clarear. “Usted ha hecho una reforma laboral que ha fomentado el despido; ha recortado ayudas al desempleo, a la dependencia, los gastos sociales, los gastos educativos, ha subido 50 impuestos, ha hecho que los pensionistas paguen los medicamentos y a eso usted le llama ir por el buen camino”.

Tras, tras, tras. Corta que te corta durante dos horas. La radio sonaba de fondo y ya no sentía la mano de votar. Esperaba no habérmela podado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario