Eduardo Velasco, en "El profeta loco". Foto de Carlos Rosillo, El País |
A las 3:42 horas del 15 de abril habrá luna llena. Con Pasión me aplicaba yo, cuando era adolescente, a estas noches de control paterno ausente, devoción va y devoción viene, entre vapores espirituosos y con la luna en su apogeo agitando cócteles hormonales. Pero hoy me limito a facilitar a mi hijo pequeño la visión de las cornetas y los tambores, la marcha marcial y las campanillas agrediendo el aire.
La mitad de los días de la semana serán no laborables y, además, no tendré horario de tarde. Pero siempre hay alguien que te supera, como L., que no cesa de hacer planes sobre lo que no va a hacer durante siete días naturales. “No me voy a mover de casa”, dice. “No voy a levantarme temprano. No voy a tener prisa. No voy a ver procesiones”. Y yo no la miro de través.
Hablando de miradas, ojeando El País descubro al actor Eduardo Velasco, que en cuestión de días ha pasado de encarnar en el teatro a Santiago Carrillo a hacerlo con Jesucristo. Preguntado si la representación de El profeta loco puede molestar a alguien en tan señaladas fechas, replica que a él también le pueden molestar determinadas manifestaciones religiosas que se llevan a cabo en las calles. Pero aclara que “se respeta a la figura”; otra cosa es lo que rodea a Cristo en estos tiempos tan descreídos, Vaticano incluido.
“Nos faltan líderes y nos sobran ídolos”, se lamenta un amigo apoyado sobre un pedestal. Sus ojos pasan del rojo fuego al azul intenso y no encuentra nada que valga la pena. La ventolera barre la calle como una rabiosa escoba de púas.
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