martes, 26 de agosto de 2014

La biblioteca paga


Las bibliotecas van a pagar por derechos de autor. Serán 0,004 euros por libro prestado y 0,05 euros por lector. Pronuncié en voz alta el titular para que L. lo escuchara. Se lo repetí porque ella estaba en otras cosas, buceando en una web turística sobre Barcelona y musitando las bondades de la Sagrada Familia. Ni siquiera me miró, pero tras unos segundos rescató su mente del Parque Güell y fríamente disparó: “Por algo así incendiaron la biblioteca de Alejandría”.

L. tiene la teoría de que a nadie le interesa que la gente se acerque a un libro. Empezando por los jerarcas de la Unión Europea, ideólogos de la medida, y acabando en quienes aplican con indolencia semejante despropósito.  El objetivo de las bibliotecas es poner la cultura al alcance de cualquier persona, formar lectores, promover la lectura. Contribuir a la formación de ciudadanos responsables, con mejores criterios y más libres. Las bibliotecas no tienen ánimo de lucro, no hacen negocio. Tal vez ése sea su pecado.

Extraña época: los delincuentes fiscales pueden arrepentirse y volver al purgatorio de los contribuyentes con una penitencia que les sale a devolver. Pero un servicio público como las bibliotecas, que aporta una enorme riqueza intangible a la sociedad, es penalizado. Y cuanto más éxito tenga, más se le castigará. Porque, evidentemente, mientras más libros preste y más lectores atraiga, más dinero pagará. ¿Alguien se imagina a un ayuntamiento, a una diputación, a una comunidad autónoma, incentivando el uso de las bibliotecas a partir de ahora?

La crisis no es sólo económica. Es también de valores y de conceptos: se confunde el valor de las cosas con el dinero que cuestan. El dinero es la única referencia válida cuando se prestan servicios, de forma preocupante en lo privado (es lícito ganar dinero, pero no cualquier manera de ganar dinero) y de forma muy grave en lo público (el beneficio social debe ser tenido en cuenta más allá de una simple operación aritmética). “Ve a la biblioteca”, me dijo L. “Seguro que encuentras un libro sobre eso”.


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