jueves, 26 de septiembre de 2013

Una plaza sin coches

Plaza Mayor de Trujillo
Hacía veinte años que no entraba en aquella plaza. En aquel entonces, la primera vez que la ví, estaba cubierta por los coches. Coches aparcados en todo el perímetro y coches circulando. Ahora, en los últimos días del mes de septiembre de 2013,  a las cinco de la tarde, bajo un sol ardiente, estaba absolutamente despejada de vehículos. Con la salvedad del consabido trenecito turístico. ¿Qué había pasado en la Plaza Mayor de Trujillo?

Pues tal vez que hubo un momento en que se impuso la seducción de lo racional: si tienes una obra de arte en tu casa no la usas para apoyar la escoba y la fregona. Si tienes una joya monumental en tu ciudad no te empeñas en afearla. Si tienes un espacio público que la población pueda disfrutar, no le pongas un reguero de obstáculos que lo haga imposible.

En Antequera hemos tenido en los últimos años una errática manera de enfocar el modelo de ciudad. Sí a peatonalizar el centro, pero sólo la puntita. Sí a hacer accesible a pie el conjunto histórico, pero sólo un poquito. Sí a implicar al comercio, pero con la boca pequeña. Y en tiempos recientes, ¿para qué queremos una calle peatonal pudiendo llenarla de coches?

El ejemplo de Trujillo es el de otras muchas ciudades medias españolas. Y no de ahora precisamente. Toledo ya vivió su debate hace décadas, al igual que buena parte de los núcleos urbanos castellanos más importantes. El resultado ha sido similar en la gran mayoría de los casos: restricción del tráfico a residentes, vehículos de emergencias y suministros comerciales; zona azul en el perímetro. Y construcción de edificios de aparcamientos, allí donde ha sido posible.

La clave es aunar intereses y tener el atrevimiento de plantear medidas que ya han sido un éxito en muchos otros lugares. Un conjunto histórico peatonalizado atrae a los turistas. Los turistas gastan dinero en sus visitas. El comercio se beneficia. El Ayuntamiento dispone de más ingresos. Los ingresos se invierten en las calles de todo el municipio. Los residentes disponen de acceso a sus domicilios y de mejoras en su entorno. Toda la población está satisfecha porque puede disfrutar en mayor medida de su ciudad.

Sí, es verdad: el cuento de la lechera. Pero hay muchos cántaros sin romper en el ancho mundo.


2 comentarios:

  1. Me da la sensación de que aquí falta valentía para hacer frente a muchas presiones, especialmente por parte del sector empresarial, y afrontar de una vez por todas qué tipo de ciudad queremos: una infestada por los coches, calurosa, estresante, incómoda y ruidosa, en la que supone un suplicio sortear pivotes atrapado entre una acera minúscula y la rudeza del vehículo que te apremia; u otra más limpia y silenciosa, en la que pasear por la calle sea un placer buscado y no un trámite impuesto. Pero, como digo, para eso hace falta cierta valentía y verdadera vocación de servicio público.

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    1. Se mira demasiado el supuesto voto de pasado mañana, de grupos minoritarios, y demasiado poco lo que es más beneficioso para todo el mundo. Pero cuando no hay dinero para arriesgar en la promoción de Antequera, de su turismo y su comercio, tal vez sea el momento de arriesgar en los conceptos y apostar por una ciudad más cómoda, con menos ruido, mayor espacio para todos...

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