miércoles, 4 de septiembre de 2013

Verdadero estupor


Estupor y temblores no es lo que sentí ayer al conocer los datos del paro, sino la obra de Amélie Nothomb publicada en 1999, que obtuvo el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y fue llevada al cine en 2003. La historia es sencilla: una joven europea comienza a trabajar en una gran empresa de Tokio, tal como si fuera una de esas 31 personas que han encontrado empleo en el agosto español. Pero ese “código samurai” que se aplica en el capitalismo japonés complica en extremo su vida, y no digamos sus tareas en la empresa. Por simple diferencia de mentalidad, sin reforma laboral ni nada.

Verdadero estupor es lo que se siente leyendo la prosa limpia y precisa de Nothomb, su ironía y su sarcasmo al reflejar el extraño mundo que rodea a la protagonista. Es una novela que se lee muy fácil, apenas da para un par de noches, pero no es una novela sencilla. Arranca una sonrisa en cada detalle de una difícil relación laboral, que es lo mismo que decir en el detalle de cada vida que describe. Porque fuera de la empresa, ¿acaso algo existe?

Lo primero que aprende la joven europea es que todo el mundo tiene un superior. Y que, por lo tanto, todo el mundo es un subordinado. Lo segundo que aprende es que las mujeres son despreciadas. Cuanto más se asciende en la escala zoológica de los jefes de la empresa, más grotesco es su carácter y su aspecto físico. Y más absurdas son las órdenes que imparten. Pero no olvidemos que es un Universo que, al cabo, funciona perfectamente y que, en todo caso, somos los occidentales los que demostramos a diario que no encajamos en semejante perfección. Definitivamente, Japón no es país para irse a hacer la vendimia.


- ¡Ha indispuesto profundamente a la delegación de la firma amiga! ¡Ha servido el café utilizando fórmulas que sugerían que sabía hablar perfectamente el japonés!
- Es que no lo hablo tan mal, Saito-san.
- ¡Cállese! ¿Con qué derecho se atreve a defenderse? El señor Omochi está muy enojado con usted. Ha creado un ambiente irrespirable en la reunión de esta mañana. ¿Cómo iban a sentirse cómodos nuestros socios ante una blanca que comprendía su idioma? De ahora en adelante, no hablará nunca más japonés.
- ¿Perdone?
- Usted ya no sabe japonés. ¿Ha quedado claro?
- ¡Pero si Yumimoto me contrató precisamente por mi dominio del japonés!
- Me da igual. Le ordeno que no entienda el japonés.
- Es imposible. Nadie puede acatar una orden semejante.
- Siempre existe un modo de obedecer. Eso es lo que los cerebros occidentales deberían comprender.
- Quizás el cerebro nipón sea capaz de obligarse a sí mismo a olvidar un idioma. El cerebro occidental carece de esos recursos.
Aquel extravagante argumento pareció convencer al señor Saito.
- Inténtelo de todos modos. O, por lo menos, haga como que lo intenta. He recibido órdenes al respecto. ¿Me ha comprendido?


                                              Fragmento de Estupor y temblores, de Amélie Nothomb


3 comentarios:

  1. Tengo que ponerme las pilas con la narrativa francesa. Quizá comience con éste...

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  2. Mi amiga Fanny, que es francesa de las de toda la vida, recomienda a Fred Vargas (género negro) y Daniel Pennac (crónica social con muchísimo humor).

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    1. Precisamente hace un par de días empecé uno de Fred Vargas y me tiene enganchadísima. Me apunto a Pennac.

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