martes, 13 de agosto de 2013

Tarifa plana en el cine



Cine Madrigal, en Granada

La tarifa plana en el cine es una realidad. No es sólo que se esté extendiendo en otros países, es que ya tenemos casos en España. En Barcelona, las salas Girona, dedicadas a películas independientes, cobran 30 euros por todo el año, sin límite de films. En cinco días han vendido 3.500 abonos. En las salas El Punt, también catalanas, y centradas en el cine más comercial, la tarifa plana es de 22,50 euros al mes. En Alzira (Valencia) se pueden ver todas las películas que se quieran por 20 euros mensuales.

Parece que ha llegado la hora de echarle un poco de imaginación a la crisis de espectadores en el cine. En Antequera la oferta es minúscula. Da igual el número de salas que haya en el Centro Comercial La Verónica: la variedad es igual a cero. Hoy, a estas horas, las películas que se ofrecen son Red 2, Pacific Rim, Expediente Warren, Guerra Mundial Z, Los Pitufos 2, Gru 2, Lobezno inmortal y Ahora me ves. Ni rastro de Renoir, Sobre el cielo rosa (con media docena de premios internacionales) o El último concierto. Y mucho me temo que no veremos Una casa en Córcega, del mismo modo que nunca apareció en la cartelera local una joya como Ana Karenina.

No es sólo una rémora antequerana. Pasa igual en muchas ciudades, grandes o pequeñas. El monopolio norteamericano del cine es asfixiante, y lo que debería ser una variada riqueza cultural se queda en una sucesión de películas sin alma y sin identidad. Las multinacionales, las mismas que se oponen rotundamente a la bajada del precio de las entradas, dictan su ley. Pero no se combate este monopolio: se nos combate a nosotros, los ciudadanos, subiendo el IVA cultural al 21 por ciento.

El sábado estuve en un cine de Granada, el Madrigal. Situado en pleno centro de la ciudad, es una sala antigua. Grande y espaciosa, conserva las butacas de hace un cuarto de siglo. Sí, butacas sin soporte para el refresco… Pero está bien conservada y sólo un par de escondidas manchas de humedad en el techo indican, someramente, las dificultades económicas por las que debe atravesar.

Bueno, las manchas y la manera de funcionar. La escasez de personal obliga a que el público permanezca en la calle hasta que han salido los espectadores de la sesión anterior. No pasa nada, hay varios bancos justo ante la puerta. Las entradas son de las de hace no sé cuántos años, de las pequeñas, e indican que en el precio se incluye ¡un 8 por ciento de IVA! No es que parezca que fue ayer, es que era así hasta ayer…

Pues el cine Madrigal era la única sala granadina donde proyectaban Renoir. Y encima estábamos dentro unas treinta personas a las siete de la tarde de un sábado, ¡todo un récord! Puede que cines como éste pronto sean un recuerdo, habida cuenta de que a todos los inconvenientes económicos se suma la acelerada desaparición del celuloide. De aquí a poco sólo habrá copias digitales de cualquier película. Y comprar los equipos de proyección correspondientes cuesta un buen dinero. Pero ésa es otra historia.

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