jueves, 10 de octubre de 2013

Coetzee miente


Acabo de enterarme de que Cortázar tenía una biblioteca personal de 15.000 volúmenes y que se los había leído todos. Mi modestísima biblioteca puede ser cien veces menor, habida cuenta de que un apreciable porcentaje está aún por explorar,  y que buena parte de los libros que he disfrutado en mi vida siguen en casa de mis padres. La biblioteca de L. quintuplica sin esfuerzo la mía y seguramente me quedo corto. Fue en su piso donde veía casi a diario aquel librito, exánime sobre una escueta mesa.

Sabía que Coetzee era un escritor, un Premio Nobel, y nada más. Lo que ignoro sobre la literatura es un universo infinito, y lo que conozco es un pequeño patio trasero jalonado de lagunas que, en ocasiones, me siento impulsado a vadear. Y la biblioteca de L. es un magnífico flotador.

Así que un día me decidí por fin a tocar aquel librito, Verano, que resultó ser la tercera parte de las memorias del sudafricano John Maxwell Coetzee, centrada entre los años 1972 y 1975: la época en que se perfilaba como escritor. Las dos partes anteriores son Infancia y Juventud.

Coetzee escribe sus memorias en tercera persona, y las novela. Esto quiere decir que las recubre con las formas de la ficción. ¿Pero qué ocurre si, además, introduce la ficción en el relato de lo que, supuestamente, ha sido su vida? ¿Se puede decir que miente? A mi entender, la respuesta es un categórico “sí”. Y no me importa en absoluto.

Verano se construye a través de cinco entrevistas con otras tantas personas, realizadas por un biógrafo británico una vez que Coetzee ha muerto en Australia. Por supuesto, no ha muerto el escritor, ni el biógrafo existe, ni se han realizado las entrevistas. Lo importante es lo que cuenta, su vida. Y ahí es donde desliza “su ficción”, trastocando ocasionalmente circunstancias que no sucedieron tal como las expone. Al principio y al final del libro se incluyen pasajes de los cuadernos de notas del escritor, correspondientes a los años mencionados anteriormente.

En Verano he encontrado, ante todo, un relato sobre la identidad, o sobre la ausencia de ella. Un blanco sudafricano que no acepta el apartheid, pero en el que no se adentra más allá que para situarlo como un suave telón de fondo. Un afrikáner esencialmente anglófono, alejado de su cultura de origen, pero que regresa de su aventura americana con las manos vacías. Un hombre próximo a la madurez que es incapaz de mantener una relación fluida con una mujer, socialmente inhábil. Una persona incapaz de encajar en ningún sitio, físico o emocional, que se siente ajeno a su familia y a su país. Al fin y al cabo, un escritor más allá de la realidad y de la ficción.


¿Mis primeras impresiones? Mi nuevo amante era más huesudo y más liviano que mi marido. Recuerdo que pensé: “No come lo suficiente”. Él y su padre juntos en esa miserable casa de la vía Tokai, un viudo y su hijo soltero, dos incompetentes, dos vidas fracasadas, cenando a base de mortadela, galletas y té. Puesto que no quería traer a su padre a mi casa, ¿tendría que ir yo a la suya con cestas de buenos alimentos?
                                                    Fragmento de Verano, de J.M. Coetzee


No hay comentarios:

Publicar un comentario