miércoles, 17 de julio de 2013

Una historia de amor por el amor



El actor Jean-Pierre Léaud. O lo que es lo mismo, Antoine Doinel

Es la historia de un personaje desde su infancia hasta su madurez, en cuatro películas más un cortometraje. Y es la historia del director, François Truffaut, y del actor que encarnó a Antoine Doinel, Jean-Pierre Léaud, desde que tenía trece años. Exactamente, entre 1959 y 1978. Porque 1959 es el año de Los 400 golpes, película emblemática de la nouvelle vague, en la que Doinel /Léaud entra en escena. Era el principio de una historia de amor por el amor.

Antoine Doinel es el trasunto de Truffaut, quien para construir al personaje se inspiró en no pocos pasajes de su propia vida. Y al mismo tiempo es el reflejo de la personalidad de Léaud, el actor que durante casi veinte años creció, evolucionó y amó al mismo ritmo que Doinel.

En 1962 Truffaut recupera a Doinel para uno de los cortos que componen El amor a los veinte años, el titulado Antoine y Colette. Le siguen los largometrajes Besos robados (1968), Domicilio conyugal (1970) y El amor en fuga (1978). Sin duda el hilo conductor de la saga es el amor y las mujeres. O el amor a las mujeres. O tal vez el amor por el amor.

En Los 400 golpes un Doinel de 13 años se mete en líos y al fondo aparece la imagen de la madre, en un lugar aparentemente secundario. En las películas posteriores la figura femenina ocupa todo el eje central del argumento. Colette, Christine, Sabine… marcan la vida de Doinel, las dudas, los noviazgos, el matrimonio, las infidelidades.

De izquierda a derecha, Truffaut, Claude Jade y Léaud
El gran valor de estas películas es su aparente sencillez, su espontaneidad y la presentación de situaciones forjadas en la vida cotidiana. Una frescura que deja al espectador al borde de la sonrisa permanente, y siempre pendiente de unos diálogos que recuerdan a un Woody Allen posterior.

He tenido la suerte de ver las películas en días sucesivos, sacando la televisión al patio en cuanto se iba el sol y la brisa refrescaba en este verano benévolo. Han sido ratos agradables y en no pocos momentos emocionantes, ideales para compartir y olvidar la fatiga del cine pirotécnico actual.

Los 400 golpes


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